Te invito a que antes de seguir leyendo, prestes atención a la imagen que te viene a la mente al pensar en Psicoterapia.
Psicoterapia.
Lo más frecuente es que nos imaginemos a terapeuta y cliente sentadxs, hablando, analizando detenidamente los problemas, pensamientos, creencias o emociones del cliente. Y lo cierto es que comúnmente, así es, terapeuta y cliente se pasan gran parte de la sesión hablando.
¿Y qué ocurre en nuestro cerebro cuando hablamos? Cuando hablamos y cuando dirigimos nuestra atención a nuestros pensamientos, la parte de nuesto cerebro que se activa es la corteza cerebral, el área del cerebro cognitivo, encargado de la razon, la planificación, la abstracción y la lógica.
La mayoría de enfoques psicológicos, o por lo menos los más populares, como la terapia cognitivo conductual o el psicoanálisis, siguen un enfoque que entre los profesionales especializados en trauma emocional conocemos como top- down, es decir, descendente.
Este tipo de terapias ponen el foco en nuestra mente cognitiva, en la manera en que nuestra mente interpreta la realidad. De ahí su nombre, ya que comienzan a trabajar en la corteza cerebral, que es la parte superior de nuestro cerebro, la misma que se encarga del habla y la abstracción.
Es por eso que muchas de las técnicas utilizadas se centran en cambiar la manera que tienes de pensar en determinadas situaciones. Por ejemplo, puedes aprender que después de hablar delante de personas que no conoces muy bien, tiendes a pensar que no sabes expresarte bien y eso te hace sentirte insegura cada vez que conoces a alguien nuevo.
Con el tiempo, puedes ir detectando este patrón de conducta y cambiar esta crítica interna – es decir tus pensamientos- por palabras más positivas, con la esperanza de que esto repercuta en tus emociones y en futuras situaciones sociales te sientas más segura.
El cuerpo no se tiene prácticamente en cuenta.
Desde mi punto de vista, este tipo de terapias ofrecen indirectamente una idea de fondo que sugiere que hay que combatir los síntomas, es decir, que hay algo que debe ser reparado en el cliente, trabajando bajo la premisa: Tus pensamientos no son correctos. Si encontramos la creencia errónea, y la cambiamos por otra, solucionamos el problema.
Se pone en énfasis en “liberarse” del problema en vez del mensaje encerrado en el síntoma. Como terapeuta sistémica, estoy convencida de que es necesario aceptar los síntomas y entender el mensaje que estos envían, tanto a los pacientes como a su entorno.
Hay otra manera de trabajar, la perspectiva bottom-up, es decir, descendente. Este tipo de enfoque comienza poniendo su atención en la base del cerebro, encargada de regular las sensaciones corporales y controlar comportamientos instintivos cuyo objetivo es la supervivencia, la respiración y latido cardíaco y el movimiento muscular.
Este enfoque también incluye los pensamientos y las funciones cognitivas, pero empieza por sentir las señales y las respuestas automáticas del cuerpo, antes de interpretarlas o traducirlas a palabras. Pone en énfasis en aprender a entender los mensajes de tu cuerpo y aprender a autoregularte a través de él. Somatic Experiencing o Danzaterapia serían dos ejemplos de este tipo de enfoque.
Una base importantísima para entender cómo nos afectan los traumas emocionales es que cuando vivimos una experiencia traumática, nuestro amígdala, que es como nuestra central de alarma ante el peligro, toma el control y desconecta la corteza cerebral.
Piensa en una situación de máximo estrés. No te pones a pensar y a razonar o buscar la solución más lógica. Simplemente actúas, de manera instintiva. El cuerpo reacciona primero, luego la mente, cuando todo haya vuelto a la calma, piensa e integra lo ocurrido.
Por esto muchas personas que han vivido traumas emocionales -que en mayor o menor medida, somos la mayoría- se dan cuenta de que pese a llevar siglos de terapia, vuelven a repetir los mismos patrones de conducta. Simplemente cambiar la manera que tenemos de pensar se convierte en una especie de parche superficial, que en situaciones estresantes no sirve para nada.
Es muy difícil creerte que estás segura si tu central de alarma te está diciendo que no lo estás. Es como creer que la lógica puede controlar al cuerpo, y hacer que deje de percibir peligros. Lamentablemente nuestra cultura occidental parece creerse esta supuesta supremacía de la mente sobre el cuerpo.
Mi experiencia me dice que la única manera de cambiar realmente tu manera de pensar a largo plazo, incluyendo las situaciones en las que tu amígdala considere estado de alarma, es darte darte cuenta primero de como reacciona tu cuerpo.